Prolífica escritora tras el seudónimo la Peregrina, afectuosamente conocida por sus amigos como “Tula,” Gertrudis Gómez de Avellaneda y Arteaga fue una mujer de gran sentimiento espiritual y talento adorada tanto en Cuba como en España. Nació en Puerto Príncipe (Camagüey), Cuba, el 23 de marzo de 1814. Allí la educaron sus padres, el Comandante de la Marina Don Manuel Gómez de Avellaneda, natural de Sevilla, España, y doña Francisca de Arteaga, nacida en Cuba de padres españoles. Su padre murió cuando Gertrudis era todavía una niña y su madre se casó por segunda vez con el coronel español Escalada. En 1836 la familia se transfirió a España y al despedirse de Cuba, escribió uno de sus más celebrados poemas, Al Partir

En España publicó varias novelas al estilo romántico de aquel tiempo, dramas, y colecciones de poesías líricas. Asumió mucha fama como novelista, teatrista y poetisa. Se convirtió en amiga íntima de la reina Isabel II y fue coronada con dos hojas de laurel dorado, el mayor premio otorgado por El Liceo de Madrid. Luego al regresar a Cuba en noviembre de 1859 fue recibida como hija predilecta del país y el 27 de enero de 1860 fue coronada por el Liceo de La Habana en el Teatro de Tacón en la misma ciudad. Durante su estancia en la capital escribió Dolores, un drama familiar autobiográfico protagonizado por una Doña Beatriz de Avellaneda “no menos arrogante y fiera” (15) que la protagonista de su obra anterior, Alfonso Munio. De Munio se ha dicho que revivió la tragedia clásica y significó “un triunfo del arte.” (xxx)  

Se opina que sus novelas no son más reconocidas a pesar de su calidad artística por no abordar temas filosóficos o sociales–aunque su novela Sab demuestra lo contrario. No obstante, opina Aurelio Mitjans en Historia de la Literatura Cubana, “la prosa de la Avellaneda tiene sello propio, privilegio que solo gozan eminentes y muy contados escritores.” (227

Su poesía lírica también atrajo el respeto de grandes artistas en su entorno, que por falta de una mayor presencia femenina en las artes, consideraron ‘viril’ la genialidad de su talento. (xxix) Fue una gran sorpresa para el Liceo de Madrid descubrir que el poeta al cual le había otorgado el mayor premio de un certamen literario bajo un seudonombre masculino, era en realidad la joven Gertrudis. Odas como “Al mar,” “A él,” “A la poesía” y “A la Cruz” resaltan en los estudios de su obra poética. 

Solo estuvo casada un año con Don Pedro Sabater, a quien le escribió los poemas “La pesca en el mar” y “Cántico de gratitud a Dios”, antes de que cayera mortalmente enfermo en 1846. En medio de su dolor se retiró unos meses a un convento y escribió poemas de un tono religioso. Se volvió a casar felizmente, esta vez con el comandante español Don Domingo Verdugo. Pero en 1863 le tocó de nuevo sufrir la muerte de su pareja, ya que Verdugo fue mortalmente herido defendiendola de calumnias tras la presentación de Baltasar. 

Diez años después murió la ilustrada cantora en Madrid el primero de febrero de 1873. Sin embargo, su legado le ha hecho inmortal, creando una tradición literaria cubana que le ha alumbrado el camino a poetisas como Carilda Oliver Labra. 

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